6.2.08

Jorge Saldaña, entercado sobreviviente de los medios masivos

Entrevista con el conductor jalapeño, amante del micrófono y autor del libro porjoder.com

Por Sergio Raúl López

Foto: Sergio Raúl López.

 –Yo lo dije: si Emilio Azcárraga Jack... ¡perdón!, Jam... ¡ah no!, ¡Gian!, hubiera sido perredista, le estaríamos mentando la madre a Andrés Manuel en la presidencia de la República. 
Una sucinta frase como la anterior, revela notoriamente el carácter y los vicios profesionales del veterano locutor jalapeño Jorge Saldaña. Primero porque es dado a juguetear, a confundir adrede los nombres con varios propósitos, el primero es que a ninguno de sus criticados se le ocurra soltarle alguna demanda jurídica por sus comentarios, pues no los mencionó directamente. Y segundo, que su lengua suelta frases mordaces, de un terrible humor negro, pero también de crítica aguda y contra todos, antisistémica, sin tapujos, libérrima. Es el viejo lobo de mar que formo parte de la fauna televisiva –tanto en los canales de la actual Televisa como de la actual TV Azteca–, es un hombre que conoce a fondo los vicios y las mañas con que los medios masivos de comunicación buscan retacarnos las pupilas y los tímpanos. Muchos de los que fuimos sus televidentes aún recordamos el placer tortuoso que era mirar el Canal 13 los días sábado durante el maratón de sus transmisiones, que ocupaban buena parte de las horas diurnas, por completo alejadas de las fórmulas de entretenimiento masivo que ya desde entonces campeaban en la perilla del VHF –caray, en aquellos no tan lejanos tiempos había perillas para cambiar el canal y no controles remotos– y que tendían, más bien, hacia lo cultural, lo reflexivo. 
Desde muy temprano, desayunando e incluso, conforme pasaban las horas, fumando en pantalla –sólo a Juan José Arreola, se le permitía beber su whisky al aire y al finalizar la transmisión los demás se entonaban– se charlaba con conocimiento y sapiencia, con humor, sobre el idioma castellano y sus laberintos, sobre la política y la sociedad en esos tiempos del control férreo, absoluto del PRI, y se cerraba con interpretaciones en vivo de la gran música popular y romántica, los boleros, la trova, el son y demás géneros ya desde entonces olvidados por la industria discográfica. No cabía otro bautizo para aquel rosario de programas –Desayunos con SaldañaSopa de letras, Anatomías, Nostalgia– que el de Sábados con Jorge Saldaña. 
Incómodo y contestatario para las cerradas reglas invisibles de los consorcios televisivos, el conductor consiguió, casi milagrosamente, mantener una trayectoria de 14 años en Telesistema Mexicano –la actual Televisa– de donde recuerda haber sido corrido unas 15 veces, mismas que recibió el perdón – “una palabra que se utilizaba ahí de una manera muy común”– de Emilio Azcárraga Milmo, y luego la friolera de 22 años más en Imevisión, en Canal 13, hasta que una de las condiciones para la privatización de la televisora paraestatal fue que él saliera, en una curiosa transacción pues: “lo vendió el presidente Salinas, lo compraron los señores Salinas y uno de los socios fue Raúl Salinas. Una de las condiciones sine qua non era que yo saliera y, obediente que soy con mi patria, mejor me fui”. 
–La realidad –relata, con su extensa humanidad sentada en un sillón negro de piel en la recepción del hotel Sheraton del Centro Histórico de la Ciudad de México– es que fue muy angustioso mi paso por la televisión, las dos instituciones tienen memoria amarga de mí. Les hacía yo pasar corajes muy serios y padecí esa manera feudal de hacer televisión. Era muy angustioso saber que presenté en un programa a la China Mendoza –antes ella era de oposición, ahora no–, quien le mentó al aire la madre a Díaz Ordaz o a Jodorowsky, un día el desventurado rompió un piano con un hacha, lo cual era muy agresivo. Se enteraba Gobernación y sentía la espada sobre uno sabiendo próximo el despido. Estuve en todos los programas y en todos los horarios, porque un programa que cambia mucho pierde auditorio. Apenas agarraba cancha y me cambiaban a otro día.


“En México hay libertad de expresión mientras lo que usted diga no perjudique de una manera sólida y seria al sistema”
Desde ese exilio forzado de los medios masivos, que por cierto ha cumplido con extensas residencias en París y de unos años a la fecha en su natal Banderilla, muy cerca de Jalapa, Veracruz, donde nació en 1934, Saldaña ha ido hallando la manera de labrarse un camino en los medios y de proseguir su interés musical como cantante, compositor y promotor. Y ha experimentado, asimismo, un auge creciente de escuchas, de audiencia. Su programa radiofónico, Aquí entre nos, que se transmite de lunes a viernes por ABC Radio (760 AM) de 10:00 a 11:00 horas y dos horas antes los días sábado, mantiene un público tan amplio, que incluso existen varias páginas de Internet como el Colectivo Ciryas o el Sendero del Peje dedicadas a grabar cada emisión y luego ofrecer dicha audioteca de manera gratuita. Tiene una columna los días martes, jueves y sábados en el diario Ovaciones llamada Lo que usted no leerá en los periódicos y mantiene la costumbre de los sábados, ahora en TV Más de Veracruz, cuyas noches son dedicadas al programa Nostalgia donde conduce, canta y rememora entre las 19:00 y 22:00 horas, una fórmula que repite por diversos escenarios del país en conciertos que incluyen lo mismo parodias políticas que interpretaciones psicoanalíticas de los temas de Cri-Crí o canciones clásicas y que atraen una gran cantidad de espectadores. En la Ciudad de México, por ejemplo, las localidades se agotaron dos días antes de su concierto en el Teatro de la Ciudad, el 24 de noviembre pasado, y en la Feria del Libro del Zócalo reunió a 5 mil personas y logró vender 800 copias de sus discos, todo ello sin mayor publicidad.
–Fíjese, si hubiera libertad de expresión, si Televisa y Canal 13 la satisficieran, yo no tendría éxito, concediendo que usted afirma que lo tengo. Si la televisión cumpliera con su obligación de dar voz y de hacer la crítica requerida, yo sería uno de los mil del montón porque no tengo publicidad. Además ya es autor de un libro cuyas páginas rebosan de aforismos, parodias, versitos y versadas. Y todo porque la lista de invitados de la anterior Feria del Libro de Jalapa, incluyó prácticamente a todos los autores locales, excepto a él. Quizás porque los organizadores consideran que un locutor, un animador televisivo no pertenece a esa ficticia República de las Letras.
El caso es que, ante el gran coraje que pegó, a Jorge Saldaña se le metió la idea de publicarlo.
–No supieron lo que hicieron– confiesa con una sonrisa maliciosa.
Revoltoso como es, recordó que algunos años atrás guardó en un cajoncito de su estudio cerca de dos mil ideas o dicharachos que una secretaría le reunió y que habían surgido en sus programas radiofónicos y luego se fueron haciendo frases. El proceso fue muy rápido, otra secretaria los pasó en limpio, los corrigieron y arreglaron, tomó algunas otras anécdotas y en menos de quince días, presume, “ya estaba el libro puesto”. Por principio, iba a imprimirlo de manera independiente con un amigo suyo de Jalapa, que es dueño de una gran imprenta. Pero otra de sus innumerables amistades, el empresario cafetalero Domingo Muguira, al conocer la carátula y el contenido, se ofreció a ayudar. Dos horas más tarde, Saldaña recibió una llamada de “Editorial Bruguera, que ahora se llama Ediciones B”, informándole que el libro estaba aprobado y que imprimirían diez mil ejemplares, mismos que, por cierto, se han vendido profusamente. Cuando él mismo realizó un análisis de conciencia, examinó por qué hacía todo esto y releyó el contenido, descubrió que el libro no tiene más que una meta, misma que acabó reflejándose en su título: porjoder.com.
–Me hicieron un bien, ¿verdad.?–, remata con otra sonrisilla maliciosa. Y así da pie a una larga, sabrosa entrevista.
–Con el libro usted recupera varias forma literarias como los aforismos, la versada, la parodia, los sonetos, formas que ya no se emplean mucho actualmente, lo que es una lástima.
–Yo tuve una formación eclesiástica y la suerte de encontrar ahí un maestro, un gran conocedor de todas las literaturas que fue Librado Basilio, reconocidísimo hombre de estudios muy jerarquizados de latín, mitología griega, historia romana. Me tomó un poco como alumno predilecto y me enseñó mucho, pero más que eso me legó curiosidad. De esas lecturas de las máximas, las cartas y de mis estudios en el seminario, siempre he tenido esa predilección. Ya en un primer intento de libro hace como diez años, escribí las irreverencias puestas en este y que reflejan las principales inquietudes de una persona común y corriente. Las compendio trato de hacerlas agresivas, graciosas o hirientes cuando se puede.
–Muy en el tenor de una formación propia de su tierra, en Veracruz todavía se cultiva la décima, se recita a Díaz Mirón y se respeta a los viejos poetas.
–Hay una tradición folclórica, pueblerina, doméstica, muy de Veracruz, de otorgarle valores a estos menesteres generalmente olvidados. Hay decimistas muy ingeniosos para versificar y siguen las normas de la métrica, lástima que en el Estado no se les apoye de manera conveniente, porque llevarlos a espectáculos a hacer cosas como Jarocho de tipo Hollywood o Televisa, no creo que sea apoyar verdaderamente a los valores populares. Sin embargo, la gente del pueblo que hace décimas las preserva, las cuida y las quiere, aunque no sean valoradas estrictamente como debiera.
–En su juventud, en su niñez, usted se topo con esta tradición...
–En mi pueblo se hacían versos unos a otros, las calaveras son algo vigente y fundamental. Las que hice este año están apegadas a la tradición, con la agresión natural de los jarochos. Por ejemplo, ésta, que tendrá que aceptar que está bien rimada, bien dicha y con el espíritu de un paisano de Veracruz: Con una actitud muy fatua Y con su aspecto sombrío Chingó a su madre la estatua De Fox, en Boca del Río.
“La oposición es necesaria y utilísima en México, siempre y cuando pierda”
–Durante su niñez, incluso dentro de la rígida formación eclesiástica siempre hubo espacios para la contraparte: la picaresca, la crítica.
–Lo digo en el libro, eran las costumbres de mi pueblo, de mi padre: tener un sentido crítico, humorístico, con la ironía propia del pueblo chico infierno grande, sin ninguna pretensión mía de ser un hombre de cultura o de pertenecer a los grandes, a la élite de la intelectualidad. Y no es que lo confiese, si tuviese yo la intención de formar parte de un grupo especial, me comportara de otra manera, no anduviera cantando y haciendo programas. En fin, es una manera de pasarla ligeramente. –Pero indudablemente forma parte de un proyecto integral que usted, donde quiera que ha estado, ha mantenido: la música, el conocimiento, el idioma y la crítica de la política.
–Sí, pero son recursos del que no tiene una formación sólida. Para el seminario me la tomé demasiado en serio y no quise ser un mal sacerdote. No sabía que podía haber ocultado mis defectillos. Yo me salí del seminario porque me empezaron a gustar las muchachas y pensé que eso era incompatible, y sólo ahora me doy cuenta que es perfectamente compatible. En fin, luego traté de estudiar leyes, después coquetee mucho con el canto, pero lo que más he hecho con seriedad es la locución y ser un hombre de televisión, ahí me ha pasado la vida.
–Que es diferente escribir a tener un micrófono, son dos ámbitos distintos...
–Sí, sí. No le veo similitud en lo absoluto. Leer mucho y escribir, da posibilidades de realizarse mejor ante un micrófono, eso es lógico.
–Pero hay ejemplos de periodistas letrados.
–Sí, mire, antes el concepto de locutor no era un gritón que ponía música infecta o norteamericana. Me acuerdo del vate López Méndez, Humberto G. Tamayo que hacía un programa de un sólo hombre, tenía una colección mundial de dichos, dicharachos, aforismos, sentencias, proverbios, él era yucateco y también hacía eslogan publicitario muy agraciados, muy chistosos, pero era fundamental por su filosofía popular; luego el bachiller Gálvez, Manuel Bernal, alguien que no recuerda la gente y se llamaba Joaquín Grajales, todos son hombres de cultura que estaban en los micrófonos. Hoy no lo puede usted decir.
–Bueno, tendríamos que escarbar mucho en la radio, porque en televisión...
–Sí, mucho. En la televisión por principio no, pero en la radio sí hay hombres de cultura que ocasionalmente tienen alguna intervención, pero no como sistema ni como algo buscado.
–A usted le tocó comenzar, claro, en la radio en Jalapa, en 1950, en una estación comercial.
–La realidad es que ya las traía desde niño. Recuerdo que en el seminario, como a los 13 o 14 años, hubo un concurso de oratoria, y yo participé con ímpetu infantil. Y afortunadamente gané, por ahí guardaba la medallita de oro que me dieron, con un discurso sobre la Virgen de Guadalupe y la Guerra de Independencia. Quién sabe qué diría yo pero le gané a muchachos que ya estaban en teología y desde ahí intuyo que tenía ya cierta inquietud por la comunicación.
–Pero en la radio comercial comenzó a encontrar sus fórmulas y su manera de ser.
–Siempre encontré la fórmula y ahora que la televisión está vedada para mí, pues recurro al radio y ahí la llevo. En Jalapa era una estación comercial con poca proyección, no había ninguna ideología más que vender anuncios y pertenecía a la gran familia Ferráez, que desde 1950 o 51 hasta la fecha mantiene espacios para vender spots, anuncios comerciales y poner la música adecuada. En aquella época se ponía música de Glenn Miller o Xavier Cugat, y hoy resultaría cursimente nostálgica, pero ya venía desde Estados Unidos igual que hoy pero ahora es el reggaetón o la música de Miami. Eso es lo que han hecho en su larguísima vida radiofónica y vender anuncios, y nada más. Ahí estuve poco tiempo, me fui a Europa y al regresar si yo continuaba los trabajadores hacían huelga. Me hicieron un gran bien porque eso me hizo irme de Jalapa, lo cual siempre es de agradecerse, y ahí le seguí.
–La suya es una trayectoria muy constante en la radio.
–Sí, necia, es patológica obviamente.
–Pero la radio le ha proporcionado espacios más libres, la televisión tiene mucho más control.
–Yo tengo una tesis: en México hay libertad de expresión mientras lo que usted diga no perjudique de una manera sólida y seria al sistema. Un querido amigo que no era mi pariente, Mario Vargas Saldaña, destacado priísta, me decía : la oposición es necesaria y utilísima en México, siempre y cuando pierda. Alguien como yo es utilísimo para el sistema, siempre y cuando lo que diga, sea lo que sea, le miente la madre a quien sea, no perjudique al sistema, no lo toque gravemente. En cuanto lo lesione, empieza el problema y eso lo estamos viendo: lo que yo digo en el radio no lo podría decir, absolutamente, por ningún motivo del mundo, en un programa triple A, a las 21:00 horas, en canal 2, impensable. Tanto es así que la jerarquización de la noticia está hecha con un sólo criterio y los temas en todos los noticieros, de Canal 40, 22, 11y el resto, son los mismos. Se repite el mismo esquema, la línea, el incidente, la nota de color y el mismo criterio fundamentalmente. Por ejemplo, todos vieron hasta la saciedad las señoras indignadas y mentando madres en la Catedral, pero nadie ha hecho un examen exaustivo y profundo de por qué doblaron las campanas tanto tiempo. Hay que ser periodista para entrarle a ver qué sucedía.
–Falta quizás esa jiribilla, este ser mal pensado para ser periodista.
–Sí, hay que ser mal pensado. Un periodista bien pensado se convierte en locutor.
–Y en parte del régimen, porque con los sueldos y privilegios con que cuentan, pueden desayunar, comer y hasta vacacionar junto con empresarios y políticos.
–Produce mucho y yo lo sé.
–¿Cómo hacía usted para conducir noticiarios y mantener cierta autonomía?
–No tanto. Me acuerdo que hacía el noticiero diario de la tarde y me pusieron un jovencito muy guapo que se llamaba Juan Ruiz Healy y que luego tronó, a Pepe Cárdenas un día lo mandaron a mi programa y tampoco la hizo, y así...
–Ruiz Healy era parte, junto con López Dóriga, de esa generación de guapos que llegaron a la televisión...
–De guapos de televisión, sí. Me acuerdo que Juan Ruiz Healy decía que le llamaban personas para verlo hacer un noticiero. En fin, hay un concepto muy equivocado, se hace un noticiero no para verse guapo, lo principal es lo que va uno a decir.
–¿Qué características debiera tener un noticiario?
–Siempre he dicho que hace falta un noticiero y en general una televisión alternativa en México. Es un crimen el hecho de hacer que se estandarice el criterio del mexicano y la Mater et Magistra que es la televisión, sea la rectora del pensamiento nacional. No podemos estar en las manos, ideológicamente hablando, del productor del noticiero de Joaquín, de Adela Micha, Loret de Mola o la señorita del Canal Once. Están normando el criterio de la opinión nacional y eso es indecente. Eso es lo que vende el presidente todos los días como la democracia mexicana y la libertad de expresión. Pero no lo es. ¿Qué es lo que cree el señor Salinas de Canal 13 que es la libertad de expresión? Bajar la calidad de sus programas. La palabra fundamental es frustración. La televisión le está abriendo al pueblo caminos que no puede seguir, espejismos que no puede conquistar.
–Usted, sin embargo, mantuvo cierta dignidad en televisión con Sábados, por ejemplo.
–Son palabras que el público a veces me atribuye. Me vale gorro si era digno o indigno, serio o no serio, porque lo digo por una necesitad patológica, siento la necesidad personal de decir unas cosas que pienso, pero quizá haya mucho de incongruencia en mi conducta o mi manera de ser y se acabó. Y que no me vengan con el cuento de que estoy resentido, cuando estaba ahí también las decía, por eso me sacaron cuando todavía tenía por lo menos veinte años de trabajo. Salí de la televisión en 1988 y ya es un buen tiempo.
–Su programa está cumpliendo, me parece, una labor que no realizan la mayoría de los espacios mediáticos, que es la reflexión crítica.
–Lo que pocas personas se percatan es que estoy haciendo ese programa, al que usted le atribuye algunos méritos de libertad de expresión y crítica, en una institución empresarial totalmente acorde con el sistema de México, como es la Organización Editorial Mexicana. Llegamos a un acuerdo en el cual yo podía expresar mi criterio y de respeto mutuo.
–¿Cómo ve al país, cómo se siente usted en estos momentos con la experiencia acumulada como reza el eslogan en su programa?
–Lo veo muy peligroso: nuestro país estaba acostumbrado a la corrupción, pero corrupción con ultraderechismo está cabrón. Los regímenes –yo viví en la época de Franco en España– franquistoides o un poco fascistoides, tienen muy mala leche. El México del siglo pasado nos heredó la corrupción y no vamos a evitarla, pero nos encontramos un nuevo siglo con el neoliberalismo llevado como lo llevan y con ultraderecha. Y la televisión tomando partido nuevamente. No soy quien para decir lo que puede salir de ese diabólico coctel, pero lo veo muy oscuro, muy sombrío. Nuevamente la televisión tomando partido, haciendo juicios y exigiendo, ya no evangélicamente. Esas expresiones de general cristero rompen con todos los cánones de la diplomacia, de la hipocresía, del cinismo y entran a la película jorgenegretiana de “aquí nomás mi chicharrón truena”, “se puede porque se puede” o el “háiga sido como háiga sido” son frases que hay que engarzar en la reciente historia de México. Todo eso implica el criterio de que el poder viene de dios. Hay una joya extraordinaria que oímos de los yunquistas: “el que obedece no se equivoca”, que es la aberración total e implica un régimen verdaderamente peligroso, político y militar de un dictador verdaderamente pinochetiano.
–Se le acusa de ser obradorista cuando usted mantiene un punto de vista crítico con respecto a la política.
–He criticado mucho a Obrador y al PRD. Evidentemente , me parece que cada día hay una sanísima distancia entre ambos. A nosotros nos hace falta un líder, no un partido corrupto, y eso lo explica todo. Creo, junto con muchos otros, que Andrés Manuel López Obrador tiene la grandísima posibilidad de ser un buen líder de un país, por ende creo que le puede ser de utilidad a México. Yo asevero, digo y tengo las pruebas de que el PRD es un partido corrupto y que no le hace falta a México un partido corrupto más, ya los tenemos.
–De cualquier forma usted se mantiene muy activo.
–Sí, es terapia acumulada. Ir de gira a presentar las parodias nomás para entretenerme, ver hasta cuando puedo hacer mi programa y esperar que abra un canal alternativo de televisión en México, espero que todavía no esté tan viejito para poder hacer un programa, si me invitan.

5.2.08

Vampiros aterrados (y con cara de zombies)

La leyenda no es como la filman por Sergio Raúl López Los adelantos técnicos en las salas de cine las han convertido en meros carritos de feria en los que el cinturón de seguridad ha sido reemplazado por grandes tambos llenos de palomitas de maíz y refrescos gaseosos que nos impidan, por la simple mecánica de la ley de la gravedad, despegarnos de las mullidas butacas. Excepto, claro, en las cintas de horror. En ellas podemos brincar de vez en cuando del asiento –claro, sin regar el refresco o las palomitas, para eso hay receptáculos en los descansabrazos– y a veces hasta gritar. Claro, serán meras reacciones físicas, igual que en los juegos de feria, pues los pánicos cinematográficos se basan en las ensordecedoras bocinas y las artes de la edición de imágenes, que en un nanosegundo pueden soltarnos chirridos, gritos y trompetazos junto con la aparición repentina de un cadáver en descomposición, de una cara con colmillos y espeso pelamen o de una bestia verde y terriblemente mala venida de otro mundo. O, para el caso, de un vampiro –que en realidad parece un zombi salido de la realidad virtual de un videojuego– acechando en un edificio en completa oscuridad a un musculoso Will Smith al que, con todo y su rifle de alto poder, se le nota sudoroso y con espasmos de verdadero pánico mientras busca a su perro mascota en una guarida infestada de monstruos como ratas. La escena recuerda vívidamente aquella otra clásica proveniente de El silencio de los inocentes (1991), cuando la agente primeriza Clarice Starling, a oscuras y con pistola en mano, es cazada en la oscuridad por otro ser despiadado: el asesino múltiple James Buffalo Bill Gumb. Cuando la debutante en el FBI está a punto de perecer, reacciona y dispara en un nanosegundo acabando con la amenaza. Lo mismo, prácticamente, hace el musculoso y atlético ex hombre de negro con una pequeña pero notable diferencia: él no debe acabar con la amenaza de un solo monstruo sino que está en guerra con una multitud de ellos. Y, aparentemente, es el único sobreviviente de la especie humana tal y como la conocemos. Los otros millones de seres son estos irracionales vampiros-zombis que han olvidado hasta el lenguaje y sólo desean beber su sangre fresca. A cambio, se encuentran frente a un héroe imbatible que aún recuerda en ciertos guiños su anterior carrera de comediante en la que debió dejar de ser el príncipe del rap para transformarse en el rudo a la vez que tierno salvador del mundo contra invasiones extraterrestres, robots enloquecidos o ejércitos de narcotraficantes en Miami de sus cintas anteriores. Ahora, transformado en un científico que es además teniente coronel del ejército estadounidense, de nombre Robert Neville, recorre en solitario las calles abandonadas de civilización en Nueva York, durante el reinado de la luz diurna, intentando acabar con la plaga de lo que solía ser la masa urbana de la urbe. De noche, a cambio, debe ocultarse de la furia y del hambre de los noctívagos en su casa, convertida en un búnker a prueba de colmillos. Y es en ese refugio donde prosigue sus experimentos fallidos en busca de una cura ante la terrible epidemia que acabó con la humanidad por todo el globo terráqueo, experimentando con ratas y con los propios infectados. Todo por la terrible soledad que le azota y por la tenue esperanza de volver a tener vecinos, esposa, hija y ejército, es decir, de volver a civilizar a la Gran Manzana –sí, la misma ciudad en que los ataques terroristas fueron descritos mundialmente como un ataque a la civilización. Así transcurre Soy leyenda (I am Legend, 2007) tal y como la ofrece el director Francis Lawrence, quien pasó de hacer videos de Britney Spears, Janet Jackson y Jennifer Lopez a los largometrajes de aventuras. Un par de años atrás con el detective John Constantine (Keanu Reeves), especializado en combatir a las criaturas del infierno, y ahora con el sobreviviente de la plaga mundial de vampirismo sin capas negras ni murciélagos volando por doquier, pero con múltiples referencias a otras cintas exitosas de acción. Lo que no se va a extrañar es la musculatura del popular actor, pues veremos largas tomas a su estómago marcado y a sus hombros redondos y endurecidos por el ejercicio. También lo veremos, obviamente, en peligro de muerte y salvando el pellejo en el último nanosegundo. No interroguemos al director cómo es que la película favorita de un científico es Shrek ni por qué su única diversión es acudir al cineclub a tomar todas las películas por orden alfabético, o la causa de que la única música que escucha es la del jamaiquino Bob Marley –y sus frases la única filosofía que dicho hombre de ciencia conoce–, ni la razón por la que este sobreviviente se viste en un estilo informal muy cercano a los comerciales y pasarelas de marcas como GAP y semejantes. La respuesta sería una sola: una película como esta busca solamente entretenernos. Claro que para entretenernos era necesario alejarnos de la inteligente novela en la que supuestamente se basó la historia. Porque la obra del escritor neoyorquino Richard Matheson –guionista destacado de la Dimensión desconocida– simplemente trata otro tema y otra ciudad: la intolerancia humana y Los Ángeles. El protagonista del texto de 1954 es un hombre acosado por el dolor de perder, en los años setenta, el mundo conocido y a su familia, quemado por la soledad y azotado por la idea de unirse a los monstruos que ahora conforman la mayoría de la sociedad. De aparearse con sus mujeres y dejarse tomar toda su sangre para alcanzar la paz. Pero sobre todo porque contrario al predecible y esperanzador final de la cinta, la novela plantea una escalofriante conclusión: cuando todos los humanos han desaparecido, el último sobreviviente deja de ser una persona normal. Ahora los vampiros lo temen, le tienen repulsión, lo miran como una auténtica amenaza. El monstruo, al final de la historia, es él, justo quien se consideraba normal. Ahora ya no es el conde Drácula, él es la leyenda. Es decir, el monstruo es el otro, aquel que nos resulta lejano. En México, los cuerpos policiacos solían ser más temidos que los propios criminales. Pero ahora que se multiplican con el ejército y otros cuerpos de élite en la llamada guerra contra el narco van consolidándose como la mayoría favorita del régimen. ¿Acabaremos nosotros, los menos, los desprotegidos, por ser los monstruos, la leyenda? Soy Leyenda (I am Legend, Estados Unidos, 2007) de Francis Lawrence con Will Smith, Kona, Alice Braga y Charlie Tahan. 101 minutos.

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