28.11.13

Tres décadas del Mono Blanco

"El son jarocho, importante en la recuperación de la identidad mexicana": Gilberto Gutiérrez
Gilberto Gutiérrez Silva zapateando en un fandango. Fotografía: Arturo Talavera.

Por Sergio Raúl López

Veracruz, Ver.–En los años setenta, en las peñas cantantes de la Ciudad de México, la música tradicional latinoamericana que podía escucharse comúnmente era la andina, muy de moda entre los círculos de izquierda y los exiliados sudamericanos. Difícilmente podía escucharse un son mexicano, excepto por el que interpretaban grupos aislados como Los Folkloristas u otros más desconocidos como Tejón. Pero un disco mítico, grabado por el musicólogo Arturo Warman en 1969 para el sexto volumen de la serie Testimonio Musical de México del INAH: Sones de Veracruz en el que destacaba la voz de don Arcadio Hidalgo, los requintos de Noé González y las coplas y jaraneos del historiador Antonio García de León, detonó lo que hoy en día es un explosivo movimiento musical, el del son jarocho con cientos de grupos, talleres grabaciones, libros, fotografías y fandangos en torno suyo. Y dio pie para la aparición del grupo emblemático del género: Mono Blanco.

Curiosamente, este conjunto no se originó en el sur de Veracruz, región donde indudablemente florece el son jarocho, sino en la Ciudad de México. Un muchacho originario de Tres Zapotes, que vendía telas en una tienda Blanco y sabía cocinar con maestría, Gilberto Gutiérrez Silva; junto con su medio hermano, oriundo de Tlacotalpan  y que trabajaba en el aeropuerto y deseaba estudiar Administración de Empresas, José  Ángel Gutiérrez Vázquez, conocieron a un estadounidense entusiasta con estudios de  literatura, enamorado de Borges y de la música andina, ah, e impresor en ciernes: Juan  Pascoe. 

Entre las tertulias con abundante música, comida y bebida en Mixcoac; entre los viajes de descubrimiento a las comunidades veracruzanas para grabar y conocer a los viejos músicos, y al acompañar un buen día, por una emergencia, al propio "negro" Hidalgo para una presentación, fueron dando forma a una atractiva fórmula de trabajo que reactivaría este género tradicional: un grupo de jóvenes abrevando de la cultura ancestral y de sus mayores, yendo de poblado en poblado para reavivar los fandangos festejos comunitarios de música, baile y gozo, que representan el alma verdadera de esta cultura, ofreciendo talleres para interesar a los jóvenes y a la par, presentándose en escenarios diversos como músicos profesionales.

Gilberto Gutiérrez continúa dirigiendo la agrupación y como un activo promotor del desarrollo del son jarocho con un espacio cultural propio en el puerto de Veracruz: El Casón. José Ángel, tras integrar los grupos de Salvador “El Negro” Ojeda y de Tehua, conformó ahora el virtuoso dúo Al golpe del Guatimé junto con su esposa Teresita Islas, donde explora las raíces árabes del la guitarra de son y también realiza giras internacionales con los canadienses Constantinople. Juan Pascoe, convertido ahora en músico ocasional de fandangos, radica en Tacámbaro, Michoacán, como el artífice del Taller Martín Pescador, imprenta especializada en procesos editoriales antiguos.
Y Mono Blanco celebra treinta años de existencia formal –inició, cierto, en 1975 pero su plena existencia con ese nombre se daría dos años después– con un festejo abundante en meses pasados: Ediciones Pentagrama acaba de reeditar en disco compacto Sones jarochos, el emblemático álbum que el trío grabó con don Arcadio Hidalgo y que existía sólo en formato de Long Play. 
Además, Chris Sttachwitz, dueño de la famosa disquera estadounidense Arhoolie –especializada en blues, country blue-grass, Tex-Mex, jazz y otros–, finalmente editó, tras tenerlas enlatadas por 16 años, las grabaciones del disco Soneros jarochos, con una formación inusual en la agrupación, pues junto con el requintista del conjunto, don Andrés Vega Delfín y con Gilberto, aparecen Patricio Hidalgo Belli –el nieto de don Arcadio, actualmente en el grupo Quemayama– en la jarana y el afamado arpista tlacotalpeño don Andrés Alfonso Vergara, ya que el arpista Octavio Vega y el jaranero Ramón Gutiérrez carecían de cartilla y no pudieron ir a esa gira estadounidense realizada en 1989. Ahora el grupo lo integran Gilberto, don Andrés y su hijo Octavio, y Gisela Farías Luna en la jarana.
"Hicimos la gira, tocamos en La Peña en Berkley y el dueño de Arhoolie nos propuso  grabar– rememora Gilberto–. Fuimos ya muy cansados , firmamos el contrato y nos adelantó regalías a cada uno, pero después dijo que no le había gustado, que no lo quería grabar. Creo que más bien era una estrategia, seguro que en este momento Mono Blanco es más importante que cuando lo grabamos. Es un material muy importante, sobre todo para don Andrés Alfonso que nunca hizo un disco. Después de tocar tanto tiempo juntos, el cuarteto estaba muy ensamblado y él andaba muy picado con don Andrés Vega, le echaban todas las ganas. Afortunadamente ya salió y creo que es un tipo de son que ya no hay".

A este par de grabaciones debe añadirse la producción del documentalFandango. Buscando al Mono Blanco (México-Estados Unidos, 2006), de Ricardo Braojos, que relata la importancia de los talleres de son jarocho del grupo no sólo en el sotavento de Veracruz, sino en California, y otras partes de Estados Unidos, donde el son se ha convertido en un poderoso fenómeno de identidad. Y habrá que añadirle la producción del cortometraje animado Terolerolé (México, 2007), de Jaime Cruz, que relata las anécdotas que se cantan en algunos sones emblemáticos. 

La charla siguiente es con Gilberto Gutiérrez Silva:

¿Cómo escuchas ahora estos materiales?
"Los escucho muy bien como son, pero es un sonido que ya no hay. Ya somos otra cosa. El sonido es distinto aunque seguimos siendo soneros. Y coinciden con la película Fandango, en busca del Mono Blanco, que yo creo que va a ser muy importante pues contiene imágenes como desde 1980. Hay unas imágenes que se hicieron en película porque no había video, y la gente que las tenía afortunadamente las aportó. Fueron muchas horas de grabación y creo que el resultado es favorable".

¿Qué documenta este trabajo fílmico?
"·La historia de Mono Blanco y la de los Cenzontles en Estados Unidos, la de ambos juntos, la historia del trabajo binacional de Mono Blanco, la de los campamentos que resultaron muy buenos para el desarrollo del son, la periferia de los talleres. Fundarlos fue como un epicentro y hubo réplicas por todos lados".

La relación con los Cenzontles comenzó por el guitarrista clásico Eugene Rodríguez.
Nace de esa gira que hicimos por Estados Unidos, que justo coincidió con que Eugenio había terminado el conservatorio y tenía su proyecto de música mexicana en un centro cultural multirracial. Buscando instrumentos mexicanos llegó por medio de un cubano que conocía con Willie Ludwig, quien andaba promocionando la visita de Mono Blanco. 
Nos contrató unas funciones para su centro cultural y unas escuelas. Cuando oyó al grupo quedó encantado porque él estudió no sólo guitarra clásica sino música barroca y encontró la relación directa entre ambos y quedó maravillado. Después acordamos que yo fuera a hacer una residencia artística allá, un poco para desafanarme de tantos años de trabajo y dejar que los jóvenes se hicieran y agarraran su propio camino. En los veranos volvía a México para hacer los campamentos y empezaron a surgir muchos grupos. En California logramos un desarrollo y llevamos a los chicanos a uno de los campamentos y como que todo fue viento en popa".

Por esta misma estancia quedó mucho más clara y evidente la relación directa de los ritmos del son jarocho con la raíz negra...
"Ya en México nos habíamos encontrado con el asunto afro del son, pero más con lo afroantillano o afrocubano, porque era el referente directo. Pero ya en la Bahía de San Francisco pude conectarme con África al empezar a conocer músicos senegaleses y llegué al punto de poder opinar que hay una influencia africana directa que no pasa por el Caribe y hay otra afrocaribeña en el son. Definitivamente encontramos que la música senegalesa está en el son jarocho y ellos mismos la reconocen. Fue muy enriquecedor estar en el área de la bahía de San Francisco donde hay todos estos músicos".

¿Qué tanto permite este documental recordar el pasado y mostrar la influencia de Mono Blanco en el movimiento del son jarocho?
"Yo creo que le va a permitir a mucha gente que anda en el movimiento, pero que no lo 
conoce desde su origen, se dé cuenta que existe un origen, que no estaba ya hecho todo. Porque mucha gente no tiene el referente de que está tocando la música de una tradición que estuvo en vías de extinción. La película ayudará a ubicarse a mucha gente, incluso que estuvo en su primera etapa, pero que tiene la tendencia como de olvidarlo. Mucha de esta gente como que se ha reinventado su infancia: de haber crecido en un momento en que el son ya estaba completamente ninguneado pasan al discurso de que los arrullaron con sones, pero sabemos cómo estaba en verdad. De repente me maravilla cómo hay toda esta atención a los veteranos, pero de pronto me doy cuenta que lo que para mucha gente son veteranos no lo eran para nosotros sino otros que ahora tendrían 120 años, fue la generación con la que a entrelazarnos para restañar esa ruptura generacional que se había dado. Afortunadamente tuve la oportunidad de conocer a unos viejos que los que son viejos hoy ya no les tenían respeto. O sea, ese respeto que hay para estos viejos hoy, esos viejos, en su momento, no lo tenían para con aquellos viejos con los que nosotros fuimos a reencontrar la tradición y el fandango, que es el gran descubrimiento. El boom se dio a raíz de que comenzó a haber fandangos".

Y de que empieza a haber estas giras suyas por los pueblos de la región...
"Exactamente. Para 1983, ya habíamos diseñado este proyecto de promoción y difusión del son jarocho a través del fandango y es ahí donde empieza el resurgimiento de la cosa".

Actualmente, en Estados Unidos, hay gente que no sabe hablar español pero sí tocar son jarocho gracias a los talleres...
"Me parece que está jugando un papel muy importante en la recuperación de la identidad, no jarocha sino mexicana. Y también lo será en el futuro, donde el resultado ya no sea son jarocho, pero que parta de esta raíz, así como el blues o el son cubano. El género está teniendo impacto en la nueva música popular mexicana como Lila Downs, Eugenia León, Café Tacuba, Jaguares, Molotov, Julieta Venegas, mucha gente. Es muy bueno que haya desarrollo y que la tradición nos haya marcado un camino hacia dónde seguir, que se ramifica y que va hacia muchos lados. Se está trabajando el son desde el rock, la música barroca, el jazz y muchas otras aristas. Qué bueno que tenemos eso".

Texto publicado originalmente el viernes dos de noviembre de 2007 en las Páginas de la República de la sección cultural que solía dirigir Víctor Roura en el diario El Financiero.


Juan Manuel Rodríguez y Julio César Corro, del grupo Estanzuela, junto con Octavio Vega  y Gilberto Gutiérrez, 
tocan las Mañanitas a la Virgen de la Candelaria, en Tlacotalpan. Foto: Sergio Raúl López.